miércoles, 1 de marzo de 2017

PILOTO 29



-¡Corre David, que solo faltan cinco minutos!
     La voz de Mario reclamaba nervioso a su entrenador para tomarse juntos las doce uvas. Había sido una cena distendida. La familia del pequeño le hacia sentir realmente como uno más de ellos y había reido y cantado hasta prácticamente las doce. Ahora, con las uvas y las botellas de cava preparadas, esperaban las doce campanadas ilusionados con lo que el nuevo año les depararía. Sin duda los echaría de menos. Esta sería la primera noche en la que dormiría en su nuevo hogar. Se había llevado las cosas poco a poco y les había prometido pasarse a desayunar y a comer de vez en cuando.
-Y cuando hagas croquetas, guardame un tupper Rosa- soltó haciendo que la cocinera se llenase de orgullo.
     En la televisión comenzaron a sonar los cuartos, y antes de darse cuenta, el sonido de las botellas de cava descorchándose llenaba el comedor del hostal. Un nuevo año comenzaba.

     La cena en casa de Marta fue bastante tranquila. Hacía mucho tiempo que no celebraban excesivamente fin de año porque montaban una fiesta en el bar después de las campanadas. Aunque al principio les tocaba currar bastante, a partir de las 4 la fiesta era tipo “autoservicio” y ahí era cuando ellos empezaban a divertirse de verdad. Después de tomarse las uvas, Marta se maquilló ligeramente, se arregló el pelo y se enfundó en un vestido de fiesta negro. No se puso tacones, la noche sería larga y quería bailar hasta que el cuerpo aguantase sin sufrir por parecer tres dedos más alta.

       La noche avanzó entre bailes, risas y copas. Practicamente todo la gente que celebraba el fin de año en el pueblo se encontraba en el bar, así que, aunque eran muchos los que decidían pasar estas fechas en ciudades más grandes, el ambiente era lo más parecido a una noche de feria. A medida que la noche fue avanzando, la multitud disminuía hasta que sobre las cinco de la mañana ya eran pocos los que seguían en el local. Ana bailaba con su nuevo chico en un rincón. Era un buen muchacho, uno de los seguidores del equipo que seguramente la haría mucho más feliz de lo que él la habría hecho nunca.

        A David le costaba apartar su mirada de Marta. Ataviada con un sensual vestido negro no paraba de moverse al ritmo de la música. El calor del interior del local actuaba de colorete natural para sus mejillas y una eterna sonrisa iluminaba su cara. Estaba preciosa. Llevaba tiempo pensando en ella de otro modo pero no tenía pensado actuar de momento. Desde luego que esa noche, con las dos copas de más que llevaba encima, no era la noche ideal para intentar algo con ellas.
  

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