sábado, 3 de septiembre de 2016

SIN CONTROL



            Las luces de la discoteca me resultan muy molestas, pero cuando veo que esos dos ojos azules me miran, comprendo que el sacrificio merece la pena. Lleva un vestido de tirantes, por encima de la rodilla que, sin llegar a ser ajustado, dibuja a la perfección dos pechos firmes. El color blanco de su ropa y el rubio de su pelo hacen resaltar todavía más una piel bronceada por el sol del Mediterráneo.

            Se acerca y me dice su nombre al oído, no sé si realmente es el suyo, pero tampoco me importa demasiado. Noto su aroma a miel y canela  y despierta esa bestia que hace tanto que pensaba que tenía controlada en mi interior. Le digo un nombre cualquiera y me sonríe mientras comienza a bailar haciendo que entre nuestros cuerpos no quede espacio ni  para el aire de un suspiro. Los ritmos latinos convierten cualquier baile en una seducción en toda regla. Noto una de sus piernas entre las mías y sus pechos clavándose en mi torso. Le acaricio la espalda con una mano mientras la otra a duras penas aguanta por encima de sus caderas. Sus labios rozan los míos antes de girarse y seguir moviéndose pegada a mí con mis manos en su cintura y su cuello al alcance de mi boca. Noto que algo empieza a crecer. Ya no hay vuelta atrás.

            Me arrastra de la mano al exterior de la discoteca. Hay luna llena. Sus labios buscan mi boca y los evito hasta que decide que mi cuello también es buen lugar para hacerlos aterrizar. La aprieto contra mí agarrándole el culo y se le escapa un gemido antes de separar nuestros cuerpos. Avanzamos con prisa, buscando un lugar más íntimo donde dar rienda suelta a nuestra lujuria.

            Al llegar al siguiente portal me doy cuenta de que no puedo aguantar más. Mi mano derecha baja a su entrepierna mientras la coloco de cara contra la reja de la puerta. Agarra los fríos barrotes y echa su cuerpo hacia atrás. Gime y arquea la espalda. Mis labios acarician su cuello antes de morder y hacer que esos preciosos ojos azules se abran por última vez….

            Saboreo la sangre que me da la vida.

5 comentarios:

  1. Muy bueno.
    No sé porqué, pero intuí desde el primer párrafo la sed de sangre...

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    1. Muchas gracias, me alegro de que te haya gustado. Lo de la sed de sangre.... ¡a lo mejor tienes una parte oscura! ;)

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Uyyyyy que malote el vampiro yo ya me imaginaba que lo que crecía no era su sed jajajaja me encantan las historias de vampiros; y esta mucho además. Gracias David.

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  4. Los instintos son poderosos y si además estamos bajo el influjo de la luna llena... Pobre chica, qué mal eligió al objeto de su seducción y qué poco podía imaginar ella que sería la última vez.

    Buen relato, David, muy adecuado para las fechas en las que estamos.

    ¡Saludos!

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